DEVOCIONALES, PREDICAS, REFLEXIONES, SALIR ADELANTE 4




30. ¿A CUAL REINO?
<010126>Génesis 1:26,27; 5:1; 9:6b; <461107>1 Corintios 11:7a; <490424>Efesios
4:24; <510310>Colosenses 3:10; <590309>Santiago 3:9.
Cuéntase que el rey de Prusia, al visitar una escuela rural, cuando los niños
habían dicho que toda cosa pertenece a uno de los tres reinos: mineral, vegetal
o animal, les preguntó:
—Y yo, ¿a cuál reino pertenezco?
Los niños no hallaban cómo contestar a esta pregunta; pero una graciosa niña
resolvió la dificultad contestando:
—Vos pertenecéis al reino de Dios.
El rey quedó muy contento con la viveza de la niña y profundamente
emocionado por la verdad que ella había expresado.
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31. LA DECISION DE BILLY GRAHAM Y DE OTROS
<450116>Romanos 1:16
En la revista United States News and World Report, del 27 de diciembre de
1957, Billy Graham dice: “Cuando acepté a Cristo hace veinte años, en una
cruzada muy parecida a esta que estamos dirigiendo, pasé al frente con otras
cuatrocientas personas. El día siguiente un columnista de uno de los periódicos
dijo que eso era el resultado de una agitación emocional y que nadie
perseveraría. Sin embargo, yo sé que en este momento once ministros están
predicando el evangelio, y que ellos fueron convertidos aquella noche. Ellos
eran exactamente como yo era— muchachos alocados— y ahora son
predicadores, y consideran se acontecimiento como su crisis, precisamente
como yo lo considero.
“En la ciudad de Nueva York he encontrado muchos caballeros que ahora son
directores de actividades religiosas en dicha ciudad, los cuales fueron
convertidos hace cuarenta años mediante la predicación de Billy Sunday. Uno
de los personajes más notables de ese acontecimiento es el doctor Henry Van
Dusen, quien es el Presidente del “Union Theological Seminary”. — Arnold’s
Commentary.
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32. JUAN Y COMPAÑIA
“El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que
siembra generosamente, generosamente también segará.”
¾ <470906>2 Corintios 9:6.
—¿Puedo depositar dinero en ese banco?
Un joven de quince años, pobremente vestido se paró frente a la ventanilla del
cajero del banco en el pequeño pueblo de Barwick, del estado de Georgia,
EE.UU. de A. Todo su aspecto de miseria y pobreza indicaba que sería hijo de
un mediero de alguna de las pequeñas granjas de la región, gente que por
diversas razones generalmente se encuentra en mala situación económica. Tres
hojas de cartón, metidas dentro de sus zapatos completamente gastados,
reemplazaban la suela que ya casi había desaparecido.
—¿Cuánto quieres depositar, Juan? — preguntó el cajero.
—Cuatro dólares — contestó el muchacho.
— ¿A qué nombre quieres que se abra la cuenta? — La voz del hombre fue
bondadosa, pues conocía al joven como un fiel alumno de la escuela dominical
de la Iglesia Metodista.
— Juan W. Yates y Compañía — respondió el muchacho con la mayor
seriedad.
El cajero miró a través de la rejilla con cierto aire de perplejidad. — ¿Quién es
la compañía? —preguntó.
Dios — contestó el joven solemnemente—. Hoy he recibido el sueldo del
primer mes de trabajo, y estoy empezando una cuenta del diezmo. Este es
dinero de Dios. La historia de la vida de Juan W. Yates suena algo como una
novela. Fue contador, cajero, gerente, y después jefe de la sección de
abastecimiento del ejército, donde se pagaban cheques que llevaban su firma
hasta por la suma de diez millones de dólares. Dos destacados pastores han
descrito a este hombre como “uno de los laicos más valiosos en toda la Iglesia
Metodista”.
Su madre, Eliana de Yates, había entrado a una nueva etapa en su vida
espiritual en una serie de reuniones de avivamiento, y en medio de su profunda
pobreza y de la lucha por vivir, había empezado a dedicar la décima parte de
todos los ingresos al Señor. Juan W. Yates guardó siempre el libro de
contabilidad del diezmo de su madre, en un cajón de su lujoso escritorio, al
lado de su Nuevo Testamento, y lo mostraba a decenas de miles de personas
en las concurridas reuniones donde él predicó la doctrina de la mayordomía.
Dice al respecto: “Puede ser que este libro no merezca la aprobación de un
contador profesional; pero estoy seguro que nuestro Padre celestial considera
esta contabilidad como muy buena.” Este activo obrero en la iglesia y en la
escuela dominical dice que se lo debe todo al hecho de que su madre
practicaba el diezmo; su devoción a esa norma marcó el rumbo para su propia
vida. — Mensajero Pentecostés.
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33. LA OFRENDA DE LA VIUDA
<010403>Génesis 4:3-5; 14:20; 22:2; 28:22; <022319>Éxodo 23:19ª; 34:26ª;
35:4-29; <032730>Levítico 27:30-33; <100617>2 Samuel 6:17; 18; 24:18-24;
<110805>1 Reyes 8:5, 62, 63; <411241>Marcos 12:41-44; <422101>Lucas 21:1-4;
<470907>2 Corintios 9:7; <581104>Hebreos 11:4.
Una joven filipina quedó viuda con seis niños que sostener. Vivía con muchas
privaciones y afanes; se levantaba a las cuatro de la mañana todos los días,
cocinaba, lavaba, planchaba, preparaba la comida que los niños llevaban a la
escuela, y a los más pequeños los atendía en todas sus necesidades. Después
se iba a trabajar al campo a fin de ganar suficiente arroz y maíz para alimentar a
su familia. Muchas veces, mientras los niños dormían por la noche, ella pensaba
en la forma en que podría lograr que el dinero le alcanzara para pagar la
colegiatura de alguno de sus niños, o para suplir alguna otra necesidad.
Un día el pastor de la iglesia pidió que todos los miembros de ésta diezmaran.
Parecía imposible que la viuda pudiera hacerlo; y, sin embargo, ella fue la
primera en llevar su ofrenda de ocho dólares, que era más de la mitad de lo que
había ofrecido el miembro más rico de la iglesia.
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34. INACEPTABLE OFRENDA PARA
CONSTRUIR UN TEMPLO
<023520>Éxodo 35:20-29.
Una vez, en una grande ciudad del sur de los Estados Unidos de la América del
Norte, un pequeño grupo de cristianos organizó una iglesia bautista en un barrio
que estaba creciendo rápidamente, en las orillas de la ciudad. Al principio
tenían los cultos en un salón que había servido de bodega, por lo cual pagaban
alquiler; durante el verano los tenían en una tienda de campaña. Discutieron,
hicieron planes, y trabajaron para reunir dinero con el cual construir el templo
que deseaban. Una persona rica que vivía en ese barrio, interesada en la cultura
general, pero sin pertenecer a ninguna iglesia, ofreció dar 100, 000.00 (cien mil
dólares) para la construcción del templo: con la condición de que a ella se le
permitiese hacer los planos y vigilar la construcción del templo para que se
hiciera como ella pensaba que debía ser construido. La Iglesia, cortésmente,
rechazó la cuantiosa pero sospechosa oferta. Esa iglesia, después de algunos
años de orar, contribuir, trabajar y sacrificarse, ha construido un hermoso
templo y lo ha equipado con un moblaje conveniente.
Los templos tienen más que ladrillos, mezcla, yeso, ventanas y bancas: tienen
lágrimas, corazón y sacrificios de las iglesias que los construyen. —
Broadman.
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35. EL BAJO COSTO DE OFRENDAR
<010403>Génesis 4:3-5.
“Más bienaventurado es dar que recibir” (<442035>Hechos 20:35).
La queja más común es contra el alto costo de la vida, y muchas personas se
valen de esta excusa para no ofrendar. Pero el hecho es que cuesta más vivir si
no ofrendamos. El gobierno espera que seamos liberales en nuestras ofrendas
para causas nobles, y de esta manera las contribuciones son menores. No
damos para recibir, pero así sucede en la vida: “Echa tu pan sobre las aguas.”
La historia de Ananías y Safira es un ejemplo del alto costo de no ofrendar.
(<440501>Hechos 5:1-12).
Ellos vendieron una posesión y podían haber ofrendado; pero “sustrajeron
parte de su valor” y se pusieron de acuerdo para ser egoístas con sus amigos
necesitados.
“Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que
mintieses...?” Ananías y Safira no fueron honrados para con Dios.
“Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró.” ¿Cuánto costó a esta pareja el
no ser buenos mayordomos?
1. Los privó del gozo de ser amigos liberales.
2. Los privó de su integridad delante de Dios.
3. Perdieron el lugar que ocupaban entre sus amigos cristianos.
4. Les costó su propia vida.
Es mucho más barato dar, ¿verdad? — Fred T. Laughton, Jr.
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36. PARA MISIONES
<470801>2 Corintios 8:1-4.
Sus manos templaban al poner dentro de mi bolsillo el arrugado billete. “Es
para misiones”, me dijo casi al oído. Recordé que aquel anciano sólo recibía
mensualmente 18,00 dólares como pensión, y de eso él ya había dado el
diezmo.
Lo siento, pero no puedo tomar ese dinero — le dije—, yo sé que usted tiene
muy poco para sus propios gastos.
Sus ojos me miraron con fijeza y con severidad cuando me dijo: —
Pastor ¿sólo porque soy pobre va usted a negarme el privilegio de dar para una
causa que amo tanto? —W. E. Grindstaff.
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37. COMO OBRA DIOS
<020302>Éxodo 3:2-6; 9:18-35; 14:21-30; <061010>Josué 10:10-13;
<110909>1 Reyes 9:9-18.
Dios hace la mayor parte de su obra en la naturaleza por medio de fuerzas
ocultas y silenciosas. La gravitación trabaja en silencio conservando al océano
en su lugar y sosteniendo a las estrellas en sus órbitas. Los efectos ruidosos de
la gravitación no son sino la parte más insignificante de su obra. Los rayos del
sol, invisible y silenciosamente, levantan tres billones de toneladas de agua cada
minuto y proveen el agua de todos los ríos del mundo. El ruido de las cataratas
no representa sino una parte infinitesimal de su fuerza. El relámpago es una
pequeñísima parte de la obra de Dios por medio de la electricidad. El
terremoto es una pequeña porción de la obra geológica de Dios. El torbellino
es sólo una parte insignificante de lo que el aire hace en el mundo. P.
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38. ¿QUE HACES AQUI ELIAS?
<010309>Génesis 3:9; <111909>1 Reyes 19:9; 13.
Un cartel con la inscripción: “¿Qué haces aquí, Elías?” cayó en manos de cierto
ministro alemán en el estado de Maryland. Estaba tan contento con él que se
resolvió a traducirlo al alemán, para el bien de una parte de su congregación.
Apenas había comenzado la traducción, cuando le llamaron a salir. Cierto señor
Elías que vino a ver al ministro durante su ausencia, viendo el cartel y
sintiéndose impresionado por el título, se lo llevó. Cuando volvió el ministro, su
esposa le dijo lo que había sucedido, y fue en busca del señor Elías, porque
deseaba terminar su traducción. Al pasar por cierta casa, por la ventana vio a
este individuo, ocupado con algunos amigos incrédulos, jugando. El ministro,
metiendo la mano por la ventana, tocó al señor Elías en el hombro, diciendo a
la vez: “¿Qué haces aquí, Elías?” Fue una palabra oportuna y que lo llamó del
camino tortuoso del pecado y la insensatez al angosto camino que conduce a la
Nueva Jerusalén, — El Expositor Bíblico.
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39. NOSOTROS: LIBROS ABIERTOS
Una mujer china que acababa de aprender a leer, oró, diciendo: “Señor, vamos
a trabajar entre muchas personas que no saben leer. Señor, haz que nuestras
vidas sean Biblias abiertas, para que aquellos que no pueden leer el Libro,
puedan leerlo en nosotros.” — The Homiletic Digest.
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40. UN PADRE VA A LA CARCEL PARA DAR BUEN EJEMPLO
A SU HIJO.
<200620>Proverbios 6:20a.
Uno de los periódicos de Louisville, Kentucky, en 1956 publicó la noticia de
que un padre de familia había violado las leyes de tránsito y, reconociendo su
culpa, la confesó, y no procuró desconocer sus responsabilidades; además, en
lugar de pagar una multa prefirió la pena máxima: la de ser encarcelado. Ese
padre de familia explicó de determinación, diciendo: “Creo que de esta manera
enseño a mi hijo que no debemos menospreciar las leyes.” — Broadman

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