
Las estadÃsticas oficiales dicen que en Camboya el 90 por
ciento de las niñas implicadas en la industria sexual son cedidas por sus
propios padres. Ellas se sienten obligadas a estar en el negocio pues sus
familias dependen de ello para su sustento. Pero una decidida misionera inglesa
está brindando una salida a las vÃctimas del comercio sexual en Camboya.
En la zona roja de Phnom Penh, Camboya, cientos de jóvenes son atrapadas en la industria sexual por medio de trampas y engaños. Algunas otras fueron puestas por sus propios padres. Pero por casi seis años, Ruth Elliott ha trabajado para liberarlas: “Viven en el puro infierno y cuando salen están totalmente traumadasâ€.
Ruth dice que Dios la llamó a este trabajo cuando apenas tenÃa 14 años: “Hijas de Camboyaâ€: “El Señor me comenzó a hablar. QuerÃa que fuera a los peores lugares y ayudara a sanar a los quebrantados de corazón y liberar a los cautivosâ€.
Desde que llegó en el 2004, Elliott ha rescatado vÃctimas de la explotación sexual. Este “rescate†implica ir a los prostÃbulos para invitar a las que trabajan en ésta industria a cambiar de vida.
Elliott fundó las “Hijas de Camboyaâ€, un centro diurno cerca de los prostÃbulos donde las jóvenes de la explotación sexual pueden aprender otra manera de ganarse la vida. “Tuvimos que crear pequeños negocios de “comercio justoâ€, para que las muchachas salieran de la industria sexual, porque sin otro empleo, les es imposible salirâ€, dice Ruth.
Muchas jóvenes se sienten comprometidos por el sostén de sus padres, y por ello acuden a este tipo de trabajo sexual. Por ello en el centro “Hijas de Camboyaâ€, no solo aprenden nuevas habilidades, sino que también aprenden lecciones valiosas para establecer su propio hogar. “Temas como la prevención de violencia doméstica, cómo resolver conflictos, hacer un presupuesto, esas cosasâ€, dice Elliott.
“Las Hijas de Camboya†venden la ropa, accesorios, y artÃculos para el hogar en Camboya y el exterior. Sesenta jóvenes pueden participar en el programa a la vez, ganando ingresos para pagar alquiler y otros gastos.
Pero demandan tiempo y mucha ayuda para curar las profundas heridas de su pasado. Elliott, que se entrenó como psicóloga, y prepara a consejeras para ayudar a las jóvenes. También les ofrece una relación personal con Jesús.
“Nos relacionamos con los dueños de los prostÃbulos y son bienvenidos a nuestra iglesia. Queremos que ellos vengan. Queremos que todos en la industria sexual vengan a la iglesia, porque creemos en el poder de Jesús para cambiar la vida de cualquieraâ€, añade Elliott.
“Especialmente entre las jóvenes, responden enseguida al Evangelio, porque jamás en sus vidas han recibido el amor incondicional, y aceptación. Y como resultado muchas se han convertido en cristianasâ€, expresa Ruth sobre el trabajo de evangelización en “Las Hijas de Camboyaâ€.
No es cómodo trabajar en un ambiente como este, y lo que Elliott hace puede ser peligroso: “Pero puedo decir que nunca, jamás, ni un solo dÃa hemos tenido problemas. Ningún dueño de prostÃbulo ha llegado a nuestra puerta para retirar a una de sus niñas, ni nos ha amenazado. No hemos recibido amenazas. No lo puedo explicar, creo que la gracia de Dios nos acompañaâ€.
En la zona roja de Phnom Penh, Camboya, cientos de jóvenes son atrapadas en la industria sexual por medio de trampas y engaños. Algunas otras fueron puestas por sus propios padres. Pero por casi seis años, Ruth Elliott ha trabajado para liberarlas: “Viven en el puro infierno y cuando salen están totalmente traumadasâ€.
Ruth dice que Dios la llamó a este trabajo cuando apenas tenÃa 14 años: “Hijas de Camboyaâ€: “El Señor me comenzó a hablar. QuerÃa que fuera a los peores lugares y ayudara a sanar a los quebrantados de corazón y liberar a los cautivosâ€.
Desde que llegó en el 2004, Elliott ha rescatado vÃctimas de la explotación sexual. Este “rescate†implica ir a los prostÃbulos para invitar a las que trabajan en ésta industria a cambiar de vida.
Elliott fundó las “Hijas de Camboyaâ€, un centro diurno cerca de los prostÃbulos donde las jóvenes de la explotación sexual pueden aprender otra manera de ganarse la vida. “Tuvimos que crear pequeños negocios de “comercio justoâ€, para que las muchachas salieran de la industria sexual, porque sin otro empleo, les es imposible salirâ€, dice Ruth.
Muchas jóvenes se sienten comprometidos por el sostén de sus padres, y por ello acuden a este tipo de trabajo sexual. Por ello en el centro “Hijas de Camboyaâ€, no solo aprenden nuevas habilidades, sino que también aprenden lecciones valiosas para establecer su propio hogar. “Temas como la prevención de violencia doméstica, cómo resolver conflictos, hacer un presupuesto, esas cosasâ€, dice Elliott.
“Las Hijas de Camboya†venden la ropa, accesorios, y artÃculos para el hogar en Camboya y el exterior. Sesenta jóvenes pueden participar en el programa a la vez, ganando ingresos para pagar alquiler y otros gastos.
Pero demandan tiempo y mucha ayuda para curar las profundas heridas de su pasado. Elliott, que se entrenó como psicóloga, y prepara a consejeras para ayudar a las jóvenes. También les ofrece una relación personal con Jesús.
“Nos relacionamos con los dueños de los prostÃbulos y son bienvenidos a nuestra iglesia. Queremos que ellos vengan. Queremos que todos en la industria sexual vengan a la iglesia, porque creemos en el poder de Jesús para cambiar la vida de cualquieraâ€, añade Elliott.
“Especialmente entre las jóvenes, responden enseguida al Evangelio, porque jamás en sus vidas han recibido el amor incondicional, y aceptación. Y como resultado muchas se han convertido en cristianasâ€, expresa Ruth sobre el trabajo de evangelización en “Las Hijas de Camboyaâ€.
No es cómodo trabajar en un ambiente como este, y lo que Elliott hace puede ser peligroso: “Pero puedo decir que nunca, jamás, ni un solo dÃa hemos tenido problemas. Ningún dueño de prostÃbulo ha llegado a nuestra puerta para retirar a una de sus niñas, ni nos ha amenazado. No hemos recibido amenazas. No lo puedo explicar, creo que la gracia de Dios nos acompañaâ€.
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