El hombre y su fascinación por el Apocalipsis

El hombre y su fascinación por el Apocalipsis

Al hablar de fascinación nos referimos a la atracción que los seres humanos sienten por algo, en este caso específico por el Apocalipsis. Se mira al apocalipsis como algo misterioso, lleno de simbolismos fantásticos y enigmas que nos invitan a la especulación de cómo será el fin del mundo.
Una de las características de los seres humanos es la curiosidad. Queremos saber qué va a pasar y Apocalipsis es el escrito que despierta esa curiosidad por excelencia y nos invita a dar explicaciones y exponer teorías.
El tema del fin del mundo es una paradoja: Fascina y da miedo. Nos atrae porque todos queremos saber que va a pasar, de manera que cuando los teólogos nos explican sus teorías quedamos con la boca abierta y muchas veces creemos todo lo que nos dicen, incluso lo repetimos como loros a otras personas a quienes presentamos estas teorías como verdades de quinta esencia. Pero cuando se nos ha habla de juicio, del los tres seis, de hambre, de muerte, o el término ‘tribulación’, nos da miedo y no tenemos ningún problema en elaborar un Teología que pruebe que la Iglesia no pasará la dicha tribulación. No tenemos ni problemas para elaborarla ni para creerla porque esos temas de desastres y tribulación simplemente nos espantan.
Todos traemos el ‘chip’ del fin del mundo. No importa cuál sea nuestra posición filosófica en relación con el origen o el fin del mundo, existe algo que traemos en nuestro ADN, o dicho en palabras de la postmodernidad, un chip, que nos invita a creer en un ser superior y saber que un día el mundo va a ser destruido. O dicho de otra manera, la idea del fin del mundo es innata a todos nosotros. Ya en la época moderna, al final de la Edad Media, hubo un debate en el sentido de que sí el hombre tiene o no ideas innatas. Uno de los campeones de esta tesis fue el filósofo francés Renato Descartes, padre de la modernidad, quien enseñaba este concepto. La prueba indubitada de lo anteriormente expresado son las obras del ser humano tanto en el cine como en la literatura.
Finalmente, esta fascinación ha llevado al hombre a La charlatanería apocalíptica.La naturaleza del tema se presta para que exista una serie de charlatanes que en diferentes momentos de la historia han hecho profecías  o mejor dicho, vaticinios ridículos acerca del fin del mundo. Han dado fechas o en su defecto han preconizado la inmediatez de estos acontecimientos. El último iluminado es la gente de la famosa cadena de radio de California, Family Radio, que vaticina que el fin del mundo será en Mayo 21 del 2011. Es curioso, pero mucha gente ha creído este anuncio y podemos ver una serie de rótulos en las carreteras advirtiendo a la humanidad del día del juicio. En este mismo sentido hay otras personas dando fechas para año 2012. Ahora, no es la primera vez que ocurre, ha ocurrido en innumerables ocasiones y en algunos casos esto ha provocado grandes confusiones.
En resumen, el hombre sabe que existe el fin del mundo, lo vemos en las películas de Hollywood, lo leemos en los libros de los grandes escritores pero sobre todas las cosas lo vemos claramente en el último libro de la Biblia, el Apocalipsis. De que existe un decreto de la destrucción de nuestro sistema planetario, existe. Algunos lo confesamos abiertamente, otros, lo expresan en el arte o la literatura y otros simplemente lo ignoran. Ahora, lo que no podemos hacer es andar por ahí dando fechas y engañando indoctos. Esto es un acto de irresponsabilidad, lo más que podemos hacer es declarar la verdad de Dios en el sentido de que Jesucristo viene por segunda vez y habrá un juicio para vivos y muertos.
Sabemos que Dios destruirá todo y que los que hemos creído en su nombre seremos salvos, los demás van al infierno. Lo que estoy diciendo no son palabras grotescas para infundir miedo, es sencillamente la forma como Jesús lo plantea en los Evangelios. La Biblia señala: “El fin de todas las cosas se acerca… he aquí yo vengo en breve…” no son promesas que se diluyen en el futuro, son palabras que salen de la boca de Dios y como reza la Palabra: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

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