Los líderes de trescientos de trescientos sesenta grados no solo dirigen su don de liderazgo hacia el sur: las personas que están bajo su cuidado. También aprenden a dirigir hacia el norte, influyendo a quienes están en autoridad sobre ellos, y hacia el este y el oeste impactando a sus compañeros. Pero, aun más importante, ellos aprenden a mantener centrada la aguja de la brújula, dirigiéndose a sí mismos, manteniendo sus propias vida entonadas, de tal manera que puedan brindar la máxima dirección a los demás.
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